Hay procesos que no caben en palabras, pero aquí estoy, intentando nombrar con el alma lo que ha sido este viaje de regreso a mí.

Desde niña sentía una chispa especial al conectar con los demás. Mi corazón vibraba cuando podía sostener, escuchar, acompañar. Por eso elegí la psicología: no como una carrera, sino como una forma de honrar mi propósito de sanar desde el interior.

A los 18 años me mudé a Oxford, Inglaterra, a estudiar Psicología y Negocios. Por fuera, construía una vida perfecta. Por dentro, vivía en automático, tratando de encajar, complaciendo a todos, menos a mí. Tenía una herida profunda: necesitaba ser vista, especialmente por mi familia, y para lograrlo, aprendí a silenciarme, a esconder mis talentos, a apagar mi voz.

Viví muchos años desconectada de mi intuición, de mi verdad, de mi autenticidad. Seguía los “deberías”, las expectativas, las opiniones externas. Y eso me sumió en una confusión constante. No sabía qué quería hacer con mi vida, porque siempre vivía desde lo que otros querían de mí.

Tuve muchos trabajos. Fui mesera, vendí ropa, zapatos, trainer, hasta trabajar en las Naciones Unidas de Geneve, cada vez me acercaba un poco mas a mi propósito. Buscaba afuera lo que en realidad ya vivía dentro de mí. El propósito que tanto anhelaba no era algo que debía encontrar, sino algo que necesitaba recordar.

Viví un matrimonio. Viví un divorcio. Y con él, un renacimiento. Aprendí que no todo lo que termina es un fracaso. A veces, es la liberación que tu alma estaba esperando para volver a ti. Fue ahí donde empecé a sanar de verdad, a abrazar mi historia con compasión y sin juicio.